¿QUÉ ES SER UN GUARDABOSQUES?
Ser guardaparque en Bolivia es un estilo de vida. Estos centinelas de la biodiversidad llevan en sus hombros el peso de días impredecibles y de intensas jornadas. Su trabajo es sinónimo de encanto y compromiso, de peligro y sacrificio... y, pese a ser de gran importancia, es poco remunerado.
A escala nacional, se estima que hay unos 400 guardaparques que trabajan en las 22 áreas protegidas registradas en el país. Sólo en el Parque Nacional Madidi de La Paz, que tiene una extensión de 1,9 millones de hectáreas (equivalente a 18.750 kilómetros cuadrados), trabajan 31.
Sin horarios establecidos, estos trabajadores permanecen en alerta, dispuestos a salir de patrullaje cuando así lo demanden las circunstancias en la selva.
“Vivimos dentro de los parques, por lo que estamos conscientes de que nuestro trabajo puede ser requerido las 24 horas del día; obviamente uno tiene que organizar su tiempo, pero siempre hay que estar alerta”, afirma Marcos Uzquiano, jefe de Protección del Parque Madidi, que antes fue guardia de este lugar por siete años.
Estos servidores trabajan 24 días al mes y tienen seis de descanso, que pueden aprovecharlos mensualmente o bien de forma acumulada.
Para ellos no existen fines de semana ni feriados; no obstante, “el sueldo que un guardaparque percibe no es justo, e incluso pienso que es insuficiente ya que el esfuerzo y los riesgos a los cuales te expones son grandes”, señala Uzquiano.
Con su sueldo -que el funcionario no quiso revelar-, además de la manutención de su familia, los trabajadores deben pagar su alimentación, pues el Estado sólo les dota de vivienda. Esta difícil situación se agudiza en puestos de frontera como San Fermín, Puerto Heath o Puina -cercano a varios parques nacionales del oriente-, donde el costo de vida es mayor.
Al respecto, Magaly Flores, directora del Parque Madidi, reconoce que una de las principales limitaciones de la entidad es el bajo presupuesto que les asigna el Estado, que no les permite aumentar personal ni incrementar los salarios.
El pan de cada día
Una de las principales tareas de los guardaparques es realizar patrullajes que pueden durar días e incluso semanas. Si van por río utilizan canoas motorizadas; mientras que en tierra se desplazan en motocicletas o cuadratracks, aunque por las características naturales y las limitaciones presupuestarias, muchos patrullajes se realizan a pie.
Otras de sus funciones es visitar a las comunidades que viven en el área, realizar campañas de sensibilización ambiental en escuelas y también prestar servicios de auxilio, rescate e información a los visitantes.
Cuando se presentan incendios forestales están capacitados para controlarlos, aunque muchas veces se ven limitados por la falta de equipamiento.
La labor es tan amplia e imprevisible, que bien pueden trabajar en una cómoda oficina, en un refugio rústico e improvisado, en tiendas de dormir a la sombra de árboles y a orillas de un río, o de pronto deben pasar las noches en vela cuando se presentan emergencias.
En esa rutina, el contacto con la naturaleza, si bien puede ser cautivante, también se convierte en una amenaza a la que los profesionales están acostumbrados.
Aunque serpientes venenosas, jaguares, pumas, anguilas eléctricas, caimanes y anacondas están al acecho de su presa, la familiaridad de los guardaparques con el medio hace que rápidamente pierdan la fobia y aprendan a vivir en una tregua continua con estas especies, lo que les permite gozar de contacto y experiencias extremas pero fascinantes.
No obstante, la peor amenaza viene de personas que incursionan ilegalmente a estos territorios, entre ellos taladores, mineros, cazadores, pescadores y colonizadores.
“Los problemas más frecuentes son agresiones, amenazas e intimidaciones por parte de estos infractores que entran a las áreas reservadas para colonizar, talar árboles, cazar animales u otras actividades no permitidas. Ante ello nos encontramos en completo desamparo por parte del Estado”, afirma Uzquiano.
Pasión en las venas
A pesar de estos problemas, ¿qué los hace permanecer en este oficio? Básicamente la pasión por el ecosistema; algo que hay que vivir y sentir para entender.
“La mayor satisfacción es conocer y explorar nuevos sitios donde muchos no tienen el privilegio de estar. Vivir en un área natural como el Madidi es algo invaluable: despertar con los sonidos de la selva, observar animales en su hábitat natural y disfrutar de espectaculares paisajes'”, comenta Uzquiano, quien se retiró temporalmente de este oficio; trabajó unos años como guía de turismo, pero volvió a su vieja pasión.
Este oficio también forma un círculo de hermandad entre los guardaparques. “Compartimos día tras día experiencias, alegrías, tristezas, derrotas y dificultades, siempre con optimismo y esperanza de que algún día la sociedad valorará y entenderá el servicio que prestamos en bien de la biodiversidad”.
Y aunque es evidente que hace falta mejorar las condiciones de trabajo, en la mayoría de los guardaparques bolivianos prima el compromiso de proteger, ante todo, la naturaleza y la fauna.
Es que ser guardaparque en Bolivia, además de una oportunidad de convivir con la inmensa riqueza natural, es tener la satisfacción que da el sentir que se ayuda con un grano de arena a la preservación de un paraíso singular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario