EL TRABAJADOR BOLIVIANO
Cada 1 de mayo se celebra el Día del Trabajo en todos los países del mundo y en Bolivia. La historia nos cuenta que el hombre viene luchando por mejores condiciones laborales desde la revolución industrial, época donde los obreros fueron sistemáticamente reemplazados por las máquinas.
La historia de la consecución de la jornada laboral de 8 horas es una de luchas y revueltas que costaron mucha sangre proletaria. Empezó a fines del siglo XIX en Chicago, que por entonces era la segunda ciudad más poblada y el mayor centro industrial de los Estados Unidos, y donde desde 1829 se habían formado movimientos obreros que presionaban a las legislaturas estatales para que decretaran un tope máximo de horas de trabajo a cumplir.
Y es que la jornada laboral era en promedio de 10 a 12 horas, no siendo raro que los patrones impusieran jornadas de hasta 18 horas con paga insuficiente. En estas circunstancias, la Federación Estadounidense del Trabajo, el mayor sindicato del país, decidió movilizarse hasta lograr que, tras años de presiones, se creara una ley en su favor en 1886. Por la resistencia a esta, se decidieron a llamar a la huelga el 1 de mayo de 1886 para hacer cumplir la jornada de 8 horas que estipulaba la Ley Ingersoll, firmada ese mismo año por el Presidente, Andrew Johnson.
Años después, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional Obrera que se reunió en Paris en 1889 declaró Día Internacional del Trabajo al 1 de mayo, en homenaje a la lucha de estos hombres, conocidos como los Mártires de Chicago, y de los miles que los acompañaron.
En Bolivia, la celebración de esta fecha empezó alrededor de 1906, cuando un sindicato de obreros paceños organizo una pequeña kermesse. Mas adelante, la fecha tuvo mayor relevancia al crecer los sindicatos ferroviarios y surgir el de los mineros entre las décadas de 1910 y 1920.
Un 60% de la población en Bolivia, en su mayoría mujeres, trabaja en la informalidad y, por consecuencia, vive en condiciones precarias. Por eso, a menudo, los bolivianos tienden a dedicarse al comercio y se caracterizan por ser muy emprendedores.
En Bolivia es muy común que los niños trabajen como “voceadores” (gritando el recorrido del bus y cobrando pasajes), lustrabotas, lava autos, repartidores de periódico, vendedores, etc., para ganar alrededor de 20 euros al mes por un promedio de 27 horas a la semana.
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